Hoy es un buen día para hablar de la inmensa ola de violencia que aqueja a nuestro México Lindo y querido, misma que en el paso de los años, se ha ido intensificando quizás resultados de la misma evolución, no lo sabría definir. No es un secreto para los mexicanos que, esta recién concluida segunda semana de agosto se registraron disturbios múltiples en: Guanajuato, Jalisco, Chihuahua y Baja California.
Particularmente me quiero centrar en los acontecimientos en Cd. Juárez, Chihuahua; para quienes no nos ubiquen, estamos al norte de México y hacemos frontera con Estados Unidos, lo que nos sitúa en el centro del huracán ya que es una de las principales rutas de tráfico para el mercado negro, en esta ocasión solo lo acotare a las drogas.
Este pasado 11 de agosto del 2022 el “JUEVES NEGRO”, como ya ha sido llamado en los diferentes medios de comunicación. Donde hubo un genuino narcoterrorismo que implicó: quema de vehículos, incendios en tiendas de autoservicio, y balaceras, dirigidas principalmente contra el ciudadano civil. Sí, al ciudadano al que se le pide pague impuestos a tiempo, al que se le multa por no pagar la revalidación vehicular, el ciudadano que sale en busca de un empleo o de un salario raquítico porque, desea darle un sustento adecuado a su familia. De los decesos, no voy a escribir, no porque les reste la importancia, sino porque mi interés es y será siempre, enfocarme a las terribles consecuencias psicológicas que este tipo de eventos genera en la población de a pie, en aquellos que no somos “privilegiados” ni por el narco ni por el político o, en su mas sincera expresión, por el narcopolítico.
Gran parte de la población de Cd. Juárez, vivió los acontecimientos citados como, un genuino estado de guerra, en la que, por citar algunas emociones, experimentaron: miedo, estrés, ansiedad (llamados comúnmente ataques de nervios), depresión y enojo. Hoy, hasta paranoia se siente en el ambiente de las calles y de los centros comerciales, revivimos lo que hace aproximadamente 15 años se vivió en la ciudad, pero esta vez con una magnitud inusual.
Es importante definir terrorismo, como la sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. Así como también, se le conoce como la actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos. Ante la amenaza, dichos ataques han generado en nuestra población diferentes grados de estrés; por citar alguno, hablemos en esta ocasión del estrés postraumático.
El estrés postraumático, o trastorno por estrés postraumático (TEPT) (Post-Traumatic Stress Disorder, PTSD), es el conjunto de síntomas físicos y psicológicos que experimentan las víctimas y testigos de situaciones traumáticas breves o duraderas (catástrofes naturales, guerras, accidentes graves, muertes violentas, torturas y violaciones, etc.), que surgen como respuesta tardía o diferida a tales acontecimientos estresantes y pueden persistir largo tiempo después de los mismos. Cuando el estrés se presenta durante un tiempo prolongado, logra desequilibrar la salud mental y física del individuo. Cabe mencionar que cada persona reacciona de una forma diferente ante un mismo evento, así como el estrés es vivido y asumido por cada uno de forma diferente; lo que tendrá que ver estrictamente con la fortaleza de la estructura psíquica (mental) de cada individuo. Aunque, con ello, no deberemos entender precisamente que, una persona que tiene un trastorno de estrés postraumático, lo vive porque sea débil sino, que su psique no esta preparada para afrontar tales eventos.
En algunas ocasiones, es difícil identificar si la forma en la que me siento en este momento, cumple algunos de los parámetros del diagnóstico del estrés postraumático, por lo que a continuación cito algunos de los síntomas que pueden ayudarle a identificar si usted o un familiar pueda estar pasando por ello y requiera apoyo profesional:
Dificultad para cumplir o ejecutar sus tareas cotidianas.
Cansancio persistente.
Dificultad o incapacidad de concentración.
Momentos de ira – que se descargan con la familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. – .
Cambios en los hábitos alimenticios y de sueño.
Aumento en el uso de alcohol, tabaco o drogas
Dolores de cabeza por tensión repetidos.
Dolores en la parte inferior de la espalda.
Problemas estomacales u otras dolencias físicas.
Estados prolongados de depresión, ansiedad o desolación.
Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos (que aparecen aparentemente de la nada) acerca del evento violento.
Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueno esta relacionado con el suceso traumático.
Reacciones disociativas (p. ej., escenas retrospectivas) en las que el sujeto siente o actúa como si se repitiera el suceso traumático. En otras palabras, es una perdida de conciencia del entorno presente.
Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
Reacciones fisiológicas (enfermedades cardiovasculares, gástricas o erupciones cutáneas entre otras).
Evitar o esforzarse para evitar recuerdo, pensamientos o sentimientos angustiosos relacionados al evento.
Evitar o esfuerzo por evitar recordatorios externos (personas, lugares, conversaciones, actividades, objetos, situaciones) que despiertan recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente relacionados al evento.
Incapacidad de recordar un aspecto importante del suceso traumático (amnesia disociativa).
Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas sobre si mismo, los demás o sobre el mundo. (p. ej. “estoy mal”. “no puedo confiar en nadie”. “el mundo es muy peligroso”. “estoy destrozado”).
Percepción distorsionada persistente de la causa o las consecuencias de l suceso traumático que, hace que el individuo se acuse a si mimo o a los demás.
Estado emocional persistente (p. ej. Miedo, temor, enfado, vergüenza o culpa).
Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas.
Sentimiento de desapego o extrañamiento de los demás.
Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (p. ej. Felicidad, satisfacción o sentimientos amorosos).
Recomendaciones:
Extérnelo. Hablar sobre el suceso traumático y, expresar como lo vivió, le ayudara a identificar con mayor claridad las emociones está experimentando al respecto. Contarle sobre su experiencia a un familiar, amigo, vecino, compañero de trabajo o pareja, le generará empatía hacia otros y hacia usted mismo, de tal forma que pueden ser o puede serles de apoyo para superar el evento.
Salga de la rutina. obligarse a salir de la cama, salir de casa y realizar una caminata o dar un paseo en bicicleta, le aportara oxigenación cerebral que, le permitirá pensar o concentrarse de una forma mas efectiva. Si por algún motivo, salir de su casa no es una opción, puede ejercitarse practicando estiramientos de yoga para principiantes acompañados de ejercicios de relajación que, sin duda le darán el mismo beneficio que las actividades antes sugeridas.
Dedique parte de su tiempo a una actividad relajante. Identifique cuales son sus aficiones o sus intereses (pintura, lectura, colorear, dibujo, música, escritura, carpintería, etc.) y dedique un momento del día, sobre todo cuando esos pensamientos o recuerdos le invadan su mente y, realice la actividad de su preferencia para anular esos pensamientos negativos.
Mantenga el control. Es claro que usted no puede tener control sobre algunas situaciones que ocurren en su ciudad ni el mundo (sean estas justas o no o sean lo que usted espera o no). La buena noticia es que, sí puede tener control sobre los pensamientos, emociones y sentimientos que esos eventos le provoquen en su mente. Si esto le resulta muy complejo, escriba en un cuaderno sus pensamientos y emociones de ese momento.
Evite usar drogas y/o alcohol. El consumo de cualquiera de ambos, puede prometer reducir los niveles de estrés, sin embargo, lo único que lograra es poner una manta sobre una hoguera, provocando que le resten energía, que distorsionen la percepción de las situaciones, hechos, personas y cosas. Provocando a su vez, que su respuesta sea poco o nulamente adecuada. Así como una resaca emocional, además del malestar físico post efecto del influjo del alcohol/drogas.
Busque ayuda profesional. Si los síntomas son persistentes o, los considera más serios y, además tiene (usted o alguien allegado) pensamientos de suicidio, desolación, desesperanza o cólera. Es especialmente importante encontrar un psicólogo o psiquiatra cercano a su comunidad. Si quieres saber más sobre esta información no dudes en contactarme. Por: Psicóloga Ivette Gallegos.
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